05 enero 2010

La economía de bits es deflacionaria según la ley de Moore

En 1965 Gordon Moore, cofundador de Intel, formulaba una observación conocida más tarde como la ley de Moore, según la cual el número de transistores en un circuito integrado se duplica cada 18 meses, por lo que en 10 años la potencia de procesado de un ordenador aumenta aproximadamente en 100.

El corolario económico de esta ley empírica –que siempre se ha cumplido hasta hoy– es que a medida que los chips obtienen más rendimiento resulta igualmente más barato fabricarlos. O dicho de otra manera, los precios bajan al mismo tiempo que las prestaciones suben.

Esta máxima exponencial de la ley de Moore de «más rendimiento y menos costes» se aplica también, e incluso con mayor virulencia, a otras tecnologías digitales como la memoria o el ancho de banda.

Así, aplicado a la memoria la capacidad se duplica cada 12 meses, multiplicándose por 1.000 en diez años. Para que nos hagamos una idea: el ordenador de las misiones Apolo, con el que el Hombre llegó a la Luna, sólo tenía 1 KB de memoria RAM, 12 KB de memoria ROM y funcionaba a 1 Mhz de velocidad; es decir, menos prestaciones que las que hoy pueda ofrecer cualquier chip musical oculto en una tarjeta postal navideña.

La ley de Moore es todavía más ostentosa con el ancho de banda, pues aquí se duplica cada 9 meses, con lo que se calcula que en una década la capacidad de bajar los costes de transmisión se multiplica por 10.000. Esta es la razón de que hoy tú puedas ver gratis los vídeos en YouTube y cada vez con una mayor resolución, algo que habría sido ruinosamente caro sólo hace unos años.

En resumidas cuentas, la ley de Moore nos viene a decir que lo digital incrementa exponencialmente la potencia, el almacenamiento y el ancho de banda, al tiempo que disminuyen sus costes de forma conmensurable. De hecho, se calcula que el índice de deflación neto del mundo online es de casi el 50%, lo que equivale a decir que lo que le cuesta a YouTube emitir un vídeo hoy le costará la mitad dentro de un año.

Muchos creen que tarde o temprano se llegará a un punto donde la ley de Moore no se cumplirá porque hay un límite al tamaño de los transistores. Hasta el mismísimo Moore ha puesto fecha de caducidad a su ley: "Mi ley dejará de cumplirse dentro de 10 o 15 años”, dijo en el año 2007.

No obstante, conviene tener presente que la información que transita por Internet no son átomos de materia, no son chips, sino bits compuestos de ideas; memes que por la red se propagan a un ritmo vertiginoso por ser una progresión geométrica. Como dice el científico Ray Kurzweil "En el momento en el que un ámbito de la ciencia o la tecnología se convierte en información, se acelera y crece exponencialmente". Esta idea de Kurzweil, que acelera y expande la ley de Moore, se conoce como ley de rendimientos acelerados.

Pero, ¿qué implicaciones económicas puede tener este tipo de crecimiento exponencial que conlleva «más rendimiento y menos costes»? ¿Qué ocurre cuando el coste de lo que estás fabricando cae permanentemente con fuerza y rapidez? ¿Qué pasa cuando el coste marginal se acerca inexorablemente a cero?

Pues que puedes aplicar precios cada vez más bajos a tus productos o servicios y, más aún, venderlos por lo que te costarán mañana en lugar de por lo que te cuestan hoy. En otras palabras, puedes anticipar lo barato para vender en el futuro, con la esperanza de acaparar mercado y ganar más dinero.

No es extraño pues que en estas condiciones se termine por redondear la cifra a cero y que lo gratis se convierta en una realidad económica en Internet. Desde el momento en que los costes tienden inevitablemente a cero, lo gratuito más que una opción es algo inevitable (todo esto lo explica magistralmente Chris Anderson en su libro Gratis).

La estrategia a seguir por una compañía online es simple cuando el coste de ofrecer servicios resulta increíblemente barato: primero tener una idea original en torno a un servicio que sea útil para el cliente (un servicio más pensado para la pregunta "¿lo querrá la gente?", que para el prosaico "¿dará dinero?"), y luego ofrecer gratis este servicio para atraer usuarios y alcanzar un mercado lo más grande posible, antes de que alguien más lo haga. Cosechar fans y hacerse con la tarta del mercado es pago suficiente cuando el coste marginal de lo digital roza el cero.

Y no te preocupes si tu modelo de negocio aún está en desarrollo y de momento gastas más de lo que ganas, porque poseer tráfico y popularidad tiene un potencial de rentabilidad enorme. No hace falta ser un genio para saber que habrá infinitas formas de convertir esta moneda virtual de la atención en dinero real, contante y sonante.

Esta potencialidad de ganar montones de dinero es la que hace que por ejemplo Twitter haya sido valorada recientemente en unos 1.000 millones de dólares. Con más de 50 millones de usuarios, este popular servicio gratuito de microblogging todavía no obtiene ingresos directos (ni por publicidad ni por suscripciones a un servicio premium de mayor calidad), y sin embargo hoy, a los 3 años de su creación, Twitter ya es rentable, entre otras razones porque los buscadores Google y Bing (Microsoft) le pagarán 25 millones de dólares por publicar sus contenidos.

Al igual que muchas otras compañías online populares, la joven Twitter todavía está definiendo la mejor manera de envolver su servicio gratuito con un verdadero modelo de negocios, y a pesar de ello la compañía ya es sostenible gracias a la ley de Moore, lo que le permite operar a escala mundial y gastar a escala local.



Charla de Chris Anderson sobre la ley de Moore y lo Gratis

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