17 julio 2014

No se trata de ser el más barato, sino de hacer una propuesta de valor diferente que sea provechosa y útil para el cliente

El teléfono es un buen ejemplo. El teléfono destruyó el telégrafo. Y sin embargo a la gente le encantaba el telégrafo, porque era universal, barato, asincrónico y dejaba un rastro de papel. El teléfono, por el contrario, no ofrecía ninguna de estas características. Estaba muy lejos de ser universal, y si alguien no tenía un teléfono, no se le podía llamar. Era caro, incluso antes de que alguien te llamara. Era sincrónico, si no estabas en casa, no te podían llamar. Y, por supuesto, no había rastro de papel. Si los chicos del teléfono se hubieran empeñado en hacer algo que ya hacía el telégrafo, pero mejor, probablemente habrían fracasado. En lugar de ello, resolvieron un problema diferente de una forma tan abrumadora útil que eliminaron la estrella de la competencia.

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