Esa es la ley de Craig: sal del camino. Si tu construyes una fabulosa plataforma que la gente realmente desea utilizar, él argumenta, entonces lo peor que podrías hacer es ponerte en medio, entorpeciendo a la gente en su camino a hacer lo que desean. Como cliente, a menudo he sentido que las compañías aéreas, las de cable, las telefónicas, las de seguros, las consultas médicas, los concesionarios de vehículos, los bancos, las escuelas y los organismos gubernamentales existen para meterse en el camino, es su modelo de negocio. No el de Newmark.
Cuando Newmark empezó en Craigslist como una lista de correo electrónico, no tenía ni idea de en qué se convertiría. No sabía el impacto que tendría en anuncios clasificados ni en las noticias. No sabía que las personas se encontrarían y organizarían citas y buscarían restaurantes para esas citas y que se casarían y tendrían hijos, y comprarían muebles para bebés y buscarían apartamentos y comprarían coches y mejorarían sus vidas gracias a sus simples líneas de código.
Pero lo hicieron. No sabía que, cuando azotó el Katrina, en Nueva Orleans, la diáspora usaría Craigslist para encontrarse los unos a los otros, buscar trabajo y adquirir nuevas casas. Si hubiera intentado anticipar eso, si hubiera investigado más y más sobre el diseño y hubiera creado todo tipo de reglas, restricciones, navegación, instrucciones y honorarios por saber cómo utilizar Craigslist, las personas afectadas por el Katrina no hubieran podido hacer lo que hicieron. Y Craigslist sería más pequeño de lo que es.
En lugar de eso, Newmark creó algo útil que la gente utiliza. Se detuvo y se puso detrás, dejó que ellos lo hicieran. Él escuchaba y añadía las características que le indicaban. Se mantuvo escuchando y resolviendo problemas con la tecnología y con el uso que la comunidad le daba.
Extracto del libro Y Google, ¿cómo lo haría? de Jeff Harvis, en el que se hace mención a Craig Newmark, fundador de la empresa social Craigslist, considerada como la mejor bolsa de empleo en línea del mundo y responsable de haberle robado a las empresas periodísticas estadounidenses el 50% de la tarta publicitaria de los anuncios por palabras.
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