Alucinantes declaraciones del presidente de la patronal española, Gerardo Díaz Ferrán (empresario "ejemplar" que no paga a muchos de sus trabajadores y que ha llevado a la ruina a buena parte de sus empresas), en las que afirma que solo se puede salir de la crisis "trabajando más y ganando menos".
Por favor, que alguien le recuerde a este "insigne" empresario que España ya está a la cabeza de la Unión Europea en la cantidad de horas trabajadas (los españoles superamos en 200 horas al año a los franceses, daneses o alemanes), y sin embargo estamos a la cola tanto en productividad como en salarios.
Díaz Ferrán debería saber que los españoles no podemos (ni debemos) trabajar más duro y más barato que los chinos. Y cuando no podemos hacer las cosas más baratas que los demás, la alternativa que tenemos es hacer las cosas MEJOR que los demás (o al menos hacerlas diferentes).
Si en verdad queremos salir de la crisis, la solución no está en trabajar más barato y más horas, tal y como propone el "ilustre" Díaz Ferrán, sino en trabajar mucho mejor. El aumento de la productividad no es tanto una cuestión de cantidad como de calidad, de eficiencia en nuestra manera de trabajar. O dicho de otra manera, la clave para aumentar la productividad pasa por la INNOVACIÓN, de tal manera que los trabajadores españoles produzcamos más y mejor, y en menos tiempo.
Y sin embargo, tenemos como representante empresarial a un cutre simplista que cree a pies juntillas que cuantas más horas baratas trabajemos, más resultados obtendremos.
Un rancio punto de vista propio de la era industrial, en donde la productividad es más o menos constante y fácil de programar, de tal manera que un aumento de las horas trabajadas supondrá un incremento equivalente de la productividad. Un principio obsoleto que se remonta a los albores de la planta de montaje y el servicio de mecanografía y que se apoya en la creencia de que el tiempo es la medida más apropiada para valorar la productividad.
Pero el tiempo (el viejo esquema de la jornada laboral) es una medida equivocada del trabajo en la era del conocimiento que nos está tocando vivir (la inmensa mayoría de los españoles trabajamos con información e ideas). Para los trabajadores del conocimiento (es decir, cualquier persona que trabaja con información, más que físicamente en la producción de cosas) no existe una relación sencilla entre las horas trabajadas y la producción. La productividad no es constante cuando lidiamos con dilemas intelectuales o creativos.
En estas condiciones, cada vez más importa juzgar el desempeño del trabajador por los resultados que obtiene, y no por su tiempo y su presencia física (ROWE). Se trata de medir el trabajo del empleado por su rendimiento, y mientras el trabajador sea eficaz y eficiente con sus tareas, el tiempo y el lugar de trabajo no le debería concernir a nadie, excepto a él.
Se equivoca de cabo a rabo Díaz Ferrán al seguir anclado en la creencia industrial de que un aumento de las horas trabajadas supondrá un incremento equivalente de la productividad. Una idea errónea, e incluso contraproducente cuando se aplica a los trabajadores del conocimiento del siglo XXI.
Y es que los estudios más recientes sobre la productividad nos dicen que el exceso de trabajo es improductivo, que al trabajador del conocimiento no se le puede forzar la creatividad, y que, en definitiva, trabajar más de la cuenta mata la creatividad, clave para la innovación y la productividad.
Un rancio punto de vista propio de la era industrial, en donde la productividad es más o menos constante y fácil de programar, de tal manera que un aumento de las horas trabajadas supondrá un incremento equivalente de la productividad. Un principio obsoleto que se remonta a los albores de la planta de montaje y el servicio de mecanografía y que se apoya en la creencia de que el tiempo es la medida más apropiada para valorar la productividad.
Pero el tiempo (el viejo esquema de la jornada laboral) es una medida equivocada del trabajo en la era del conocimiento que nos está tocando vivir (la inmensa mayoría de los españoles trabajamos con información e ideas). Para los trabajadores del conocimiento (es decir, cualquier persona que trabaja con información, más que físicamente en la producción de cosas) no existe una relación sencilla entre las horas trabajadas y la producción. La productividad no es constante cuando lidiamos con dilemas intelectuales o creativos.
En estas condiciones, cada vez más importa juzgar el desempeño del trabajador por los resultados que obtiene, y no por su tiempo y su presencia física (ROWE). Se trata de medir el trabajo del empleado por su rendimiento, y mientras el trabajador sea eficaz y eficiente con sus tareas, el tiempo y el lugar de trabajo no le debería concernir a nadie, excepto a él.
Se equivoca de cabo a rabo Díaz Ferrán al seguir anclado en la creencia industrial de que un aumento de las horas trabajadas supondrá un incremento equivalente de la productividad. Una idea errónea, e incluso contraproducente cuando se aplica a los trabajadores del conocimiento del siglo XXI.
Y es que los estudios más recientes sobre la productividad nos dicen que el exceso de trabajo es improductivo, que al trabajador del conocimiento no se le puede forzar la creatividad, y que, en definitiva, trabajar más de la cuenta mata la creatividad, clave para la innovación y la productividad.
A la postre, los workaholics (los adictos al trabajo) no son más productivos y además crean mal ambiente en el trabajo. Pero éste será el tema de otro post...
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