12 mayo 2010

Artista, una especie laboral al alza

"Todos éramos cazadores.
Más tarde se inventó la ganadería y nos hicimos granjeros.
Y todos fuimos granjeros.
Luego inventaron las fábricas, y todos nos convertimos en obreros de fábrica. Obreros que seguían instrucciones, apoyaban el sistema y cobraban lo que valían.
Entonces la fábrica se desmontó
¿Y qué nos queda ahora para trabajar? El arte.
Ahora, el éxito depende de ser artista."

Extracto del libro ¿Eres imprescindible? (2010) de Seth Godin

Esto que aquí traigo de Godin es un calco de lo que ya apuntaba Dan Pink en su obra Una nueva mente (2006). Según Pink, hemos pasado de una economía levantada sobre las espaldas de la gente (granjeros y obreros) a una economía del conocimiento levantada sobre los cerebros izquierdos de la gente (lógico y analítico), y lo que está surgiendo ahora es una economía creativa construida más y más sobre los cerebros derechos de la gente (artístico y empático).


Todo esto ya lo había avanzado unos cuantos años antes Richard Florida en su obra La Clase Creativa (2002). Florida habla de la nueva clase creativa como el motor del crecimiento económico del siglo XXI. Un nuevo siglo que camina desde una sociedad industrial decadente hacia una sociedad de servicios en la que la creación de valor de las empresas ya no viene tanto por lo duro que trabajen los empleados sino por su creatividad.

Como muy bien dice Gary Hamel en su libro El Futuro del Management (2008): "En un mundo en el que la prosperidad depende de la creatividad, una fuerza de trabajo entusiasta siempre dará mejores resultados que una simplemente trabajadora".

Lo que estos gurús de empresa –Godin, Pink, Florida y Hamel– nos están advirtiendo es que los mercados de hoy están pidiendo a gritos artistas.

Hoy, demandar artistas no es una opción snob, sino que es una necesidad empresarial de primer orden para poder sobrevivir y prosperar en un entorno cada día más cambiante, competitivo y global, donde la velocidad de aparición de nuevas soluciones a los problemas cotidianos se incrementa día a día. Lo que hoy importa es la rapidez con la que una empresa pueda generar ideas y construir conocimientos en torno a nuevos servicios que sean útiles y convenientes para los consumidores.

Y es que en estos tiempos disruptivos que nos está tocando vivir, ya no basta con tener ventaja competitiva en un momento determinado, hay que tener ventaja evolutiva en el tiempo (adaptabilidad) para aprender más rápido y mejor que la competencia.

Y esta adaptabilidad empresarial depende cada vez menos de la planificación y el control, y cada vez más de la creatividad y el entusiasmo de los empleados. Hoy, lo último que necesitan las empresas es contar en su equipo con burócratas adoctrinados que sigan instrucciones planificadas, controladas y medidas. Estas masas obedientes no son de mucha ayuda cuando tú mismo no sabes lo que está por venir. Por el contrario, lo que ahora se necesita son artistas con el talento suficiente para dar respuestas a los nuevos retos y encontrar una mejor manera de hacer las cosas.

Pero ojo, el arte de las personas no es una cosa que se pueda gestionar desde arriba. El mundo va demasiado rápido como para tener un control centralizado. La iniciativa y la creatividad no pueden depender de un supervisor situado en la parte alta del organigrama. La inteligencia colectiva de una colonia de hormigas no parte de arriba a abajo desde una autoridad central, sino que emerge de abajo a arriba desde el nivel individual de cada hormiga. Resulta que dejar la toma de decisiones a la parte baja del organigrama es más rápido y eficiente,... pero sólo si se contrata a la gente apropiada –los artistas– y se la recompensa con justicia.

Y en este contexto de retribución del artista, los empresarios, los sindicatos y los políticos deben tener muy en cuenta que la persona creativa ofrece sus ideas y su energía no solo a cambio de dinero, sino también, y sobre todo, a cambio de libertad y flexibilidad para poder hacer su trabajo como quiera, cuando quiera y dónde quiera, siempre y cuando la tarea se lleve a cabo.

Y es que el arte y la creatividad no son cosas que hacemos para conseguir una recompensa. Son premios intrínsecos en sí mismos. El artista da lo mejor de sí mismo en su trabajo no por dinero (ni mucho menos porque se lo ordenen), sino por decisión propia, porque valora la calidad por ella misma, porque quiere hacer un buen trabajo, porque hacerlo le divierte, le pone.

A la postre, el artista trabaja más y produce más de lo que la empresa le paga por hacer. Por eso es que al artista del trabajo hay que darle, además de un salario económico, un salario emocional que satisfaga su espíritu de artista. Hay que darle libertad, responsabilidad y respeto, que no tiene precio.

Y lo bueno es que ahora lo tenemos mejor que nunca para ser artistas (todos tenemos arte dentro, aunque en algunos está oculto). Y es que actualmente nos enfrentamos a una revolución en toda regla: la democratización de las herramientas de la producción. En efecto, hoy en día los medios de producción se reducen a un ordenador portátil con conexión a Internet. Con menos de dos mil euros, obtienes una fábrica. Así pues, corren buenos tiempos para crear tú propia marca personal.

En este siglo XXI, convertirse en artista es la opción económicamente más responsable que uno puede elegir.

2 comentarios :

Unknown dijo...

Una question...

¿Como atacar "entornos" donde los artistas no están bien vistos? Enfrentarse a ideas básicas que se han seguido durante mucho tiempo es necesario pero puede ser perjuducial a corto plazo para el artista.

Sau2¡

Alberto dijo...

Empresas propias del siglo XXI que están creciendo como la espuma en medio de la crisis (como Google, Apple, Facebook,...) están plagadas de "artistas" en nómina. Y al accionista sólo le importa los resultados de la empresa, y estos resultados mejoran cuando los "artistas" en nómina pueden trabajar "a su bola" en entornos de gestión libres y lúdicos, idóneos para expandir su creatividad.

 
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